domingo, agosto 12, 2007

A Luís Alberto Moreira Rechione, Q.E.P.D.

Mi estimado colega, a quién conocí como ayudante del taller Aguirre en tercer año en 1956 y después en quinto año como mi profesor de taller. Después con le tiempo nos reencontramos en el Colegio de Arquitectos y en la Facultad, situación en que nos tuvimos mutuo respeto y afecto.
¿Por qué esto último?
Porque yo admiro a las personas que en lo central se apasionan por una causa y su vida la hacen consistente con ese ideal personal que los lleva a actuar, compartir y comunicar con alegría y largueza su causa.
La causa central de Alberto (Beto Moreira) fue el Patrimonio Intangible de la Chilenidad, o sea, todas las expresiones de lo vernacular, urbano y rural.
La arquitectura es el oficio común de muchos, pero las manifestaciones identitarias del quehacer de la tradición huasa y la filosofía y sabiduría acumulada en el tiempo para cada uno de los detalles, desde el vestuario con su razón de ser, las características del caballo chileno, su origen, los componentes de la montura, hasta los estribos, más las fiestas, costumbres y tradiciones, fue una causa y razón de ser única, especial y admirable que transmitía a quien se interesara en conocerlas.
En sus relatos nos relacionaba las diversas manifestaciones del folklore, la música, la cueca, el rodeo, la trilla todo con una forma de vida respetuosa del saber y con aprecio a cada una de las personas.
Asistí a alguna de sus clases de estética o más bien de filosofía y las mejores terminaban en parrilladas con buen vino y con el infaltable asesoramiento de su ahijado.
Como persona fue muy respetuosa y nunca trató de imponer - notable virtud - exigía y enseñaba modales de caballerosidad y en lo principal como tratar a los demás.
Muchas de las anécdotas, y su “causa” y sus maestrías de la vida, no lo suficientemente reconocidas, muestran al maestro que su paso por esta tierra fue el de haberlo vivido con un ejemplo, gran y hermoso ideal.
Ahora su cuerpo descansa, y su alma esta en nuestras mentes y corazones quedando como un recuerdo indeleble de un hombre que supo querer y ser apreciado.
Hasta pronto Alberto,
Uno de tus tantos discípulos

Luís Gómez Lerou
Santiago, 29 de julio del 2007

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